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  • Writer's pictureCarlos Arroyo

Where's my arc?

No podemos resistirnos a una historia bien contada.


Estamos tan acostumbrados a que todo el contenido que consumimos contenga historias, que se vuelve algo imperceptible muy a menudo. Es decir, si nos ponemos a pensar en por qué algo que estamos viendo nos atrapó, o por qué algo nos parece aburrido, seguramente tendrá algo que ver con la presencia o ausencia de una historia bien o mal contada.



En su libro "De animales a dioses", Yuval Noah Harari nos recuerda que la razón por la cual nuestra especie (homo sapiens) ha sobrevivido hasta ahora y domina el planeta tiene que ver en su totalidad con nuestra capacidad de imaginar, contar y creer en las historias. No somos el animal más fuerte, ni más rápido, ni más resistente, ni más astuto de la Tierra. Pero somos los únicos que podemos inventar leyendas, instituciones, estados, dioses, religiones para explicarnos el mundo, para explicarnos nuestro origen y nuestro fin. Todo a lo que pertenecemos, todo lo que nos hace sentir parte de algo más grande que nosotros, incluso todo aquello que creemos que nos define como individuos y como colectivos, no es más que una historia.


Y esto no es nada malo. Al contrario, es testimonio del poder transformador y organizador de las ideas. Pero lo más importante es que entender esto nos empodera. Entender el poder de las historias nos permite tomar conciencia de cómo hemos sido moldeados por ellas y nos da la posibilidad de elegir si dichas historias siguen siendo relevantes para nosotros. Es el equivalente de aprender a leer el código detrás de los programas y apps que utilizamos en nuestros dispositivos, lo que llamamos el software.


Ahora bien, es posible ir uno (o varios) pasos más allá y adentrarse en las entrañas del software. Es decir, los elementos constitutivos no sólo de una buena historia, sino de una historia bien contada. Los expertos que saben de esto han propuesto una serie de estructuras que sirven para aprender a contar historias, algo particularmente relevante en estos tiempos en la que la creación y publicación de contenido está al alcance de cualquier persona con una conexión a internet. Una de esas estructuras es la del arco narrativo.


Todas las historias que disfrutamos y que nos rodean siguen por lo general una estructura de tres tiempos: un inicio, un conflicto y una resolución. El arco narrativo es la columna vertebral que proporciona el andamiaje para que la historia se mueva, alcance una resolución. Una historia sin arco narrativo es sólo una serie de hechos y datos. Y no es que nada esté "pasando" en esos datos y hecho, lo que sucede es que no están encuadrados en un tema, una narrativa... no están siendo contados.


Hay una escena en Los Sopranos (disculpen las referencias a quienes no han visto la serie) en la que Christopher Moltisanti se interesa en aprender a escribir un guión de cine y algo que descubre es que no sólo las historias tienen un arco narrativo, los personajes también. Y a partir de ese momento se obsesiona con entender cuál es el arco en su vida personal y profesional (de mafioso), en qué momento le va a ocurrir algo a él.


Ésta me parece la forma inevitable en la que veremos nuestra vida cuando seamos viejitos. La vida hacia atrás se ve también como una historia y con ese conocimiento podemos decidir vivir de tal forma que nuestra vida sea la mejor historia que pudimos construir con los eventos que ocurrieron en el contexto en el que nos tocó vivir. Lo único que quedará de nosotros serán las historias. Nuestra vida está contando una historia incluso hoy.


Our stories will outlive us. Let's make them good.

Neil Gaiman


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