Carlos Arroyo
Conciencia de nuestros límites cognitivos (reales y falsos).
El cerebro y la mente son muy posiblemente las estructuras más complejas del planeta, y algo de lo qué maravillarnos todos los días. Porque además de todo están contenidas dentro de una cabeza protegidas por un cráneo. What?! Ahora bien, nuestro cerebro, en tanto que una herramienta de procesamiento poderosísima, comete una gran cantidad de errores cognitivos que en la actualidad llamamos sesgos.
La lista de sesgos cognitivos es enorme y recomiendo echarle un vistazo. Sin embargo, en este breve texto quisiera dirigir la atención a un sesgo particularmente pernicioso para cualquier discusión pública o privada. Un sesgo en el que todos hemos caído de una u otra forma, y del cual debemos estar atentos siempre. Hablemos del efecto Dunning-Kruger.

Este sesgo cognitivo lleva los apellidos de los científicos que lo descubrieron, describieron y comunicaron al mundo. Básicamente consiste en una mala apreciación de las capacidades y conocimiento propio. Wikipedia lo define como: el sesgo cognitivo en virtud del cual los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad, mientras que los individuos altamente competentes tienden a subestimar su habilidad en relación con la de otros.
Se trata de la ironía máxima: el individuo con menos conocimiento se cree experto, y el experto (consciente de los límites de su conocimiento) subestima su maestría del tema. Y cuando estos dos personajes se encuentran en una discusión - particularmente pública - el ignorante con determinación y osadía suele ser percibido como el verdadero maestro.
Adam Grant, psicólogo organizacional, ha estudiado el tema a profunidad y comenta que el peligro no está con la persona ignorante que cree que sabe algo. El verdadero problema está en aquella persona que sí sabe un poco, lo suficiente para apantallar a los nuevos al tema, lo suficiente para despistar a quien se deje, y lo peor de todo: lo suficiente para auto engañarse, para creer que de verdad es experto.
Todo esto está también relacionado con el síndrome del impostor. Esta idea (a menudo incorrecta) de que uno sabe menos de lo que en verdad sabe, o que uno no está preparado para algo que evidentemente sí lo está. Este síndrome le pega particularmente a aquellos que conocen sus límites, que saben lo que no saben, y ese conocimiento (muy valioso en otras circunstancias) los frena.
No tengo dudas de que reflexionar en estos sesgos cognitivos nos hace más concientes de nuestras propias amarras, si nos encontramos a menudo en contacto con el síndrome del impostor. Pero también nos ayuda a detectar nuestras incursiones en territorios que realmente no conocemos, pero de los que podemos tener ya muchas opiniones.
Una conciencia más desarrollada de las fronteras de nuestro conocimiento pudiera evitar la formación y exaltación de los opinionólogos que abundan en Twitter. Se vale no tener una opinión, se vale decir 'no sé lo suficiente de ese tema para pronunciarme al respecto'. No sólo se vale, es necesario y urgente.
The problem with the world is that the intelligent people are full of doubts, while the stupid ones are full of confidence.
- Charles Bukowski