Carlos Arroyo
La gestión del conocimiento, ¿y eso con qué se come?
Según un estudio publicado en el NYT, el norteamericano promedio consume 34 gigabytes de información al día. No sabría a qué equivalen exactamente 34Gb, pero pensemos que la memoria de un iPhone básico es de 32 Gb. Entonces todos los días en promedio llega a nuestro cerebro esa cantidad de información en todo tipo de formatos digitales (texto, audio, video, infografías, mapas, animaciones, etc.)

Una pregunta que me parece clave es, ¿de cuánta de esa información nos acordamos al final de la semana? Es más, ¿cuántas veces has pasado unos 30 mins scrolleando TikTok y cuando lo cierras no te acuerdas casi de nada? Seguramente en esos 30 mins viste entre 50 - 100 videos. En mi caso, cuando salgo del trance que es TikTok, me doy cuenta que - si acaso - recuerdo unos 3 videos de los 100 que acabo de ver.
Nuestro cerebro no evolucionó para recibir un tsunami de información cada hora, por lo que no es extraño que nos sintamos un poco abrumados con tantas fuentes de información y entretenimiento exigiendo unos minutos (horas, días) de nuestra muy preciada atención. Cada vez se vuelve más necesario prestar atención a nuestra dieta de información, especialmente para aquellxs que sentimos que las distracciones de ese huracán de información nos alejan de enfocarnos en lo que consideramos importante. Porque muy seguramente dentro de todo ese huracán hay información valiosa, temas que quisiéramos aprender o recordar, cosas con las que resonamos.
Y ahí está la primera clave para quienes estamos en este viaje llamado Gestión del Conocimiento: la resonancia. Todos hemos tenido esa sensación de cuando algo que nos encontramos en línea nos atrapa, a veces sin tener muy claro por qué. Ese momento es muy valioso, y hay que aprender a identificarlo con claridad. La resonancia suele venir en forma de una emoción, o una reacción que no podemos evitar, a veces se siente como una cosquilla en el estómago, a veces se abren más los ojos, a veces se siente como estar hipnotizado. Como quiera que sea, identificar ese chispazo es el primer paso para gestionar mejor la información que consumimos.
Este asunto de la resonancia es natural e involuntario, es decir ya lo has vivido muchas veces. Lo que hará la diferencia en esta ocasión es hacer algo intencional con eso con lo que resonamos. El siguiente paso será: marcar de alguna forma que ese contenido es digno de nuestra atención más adelante. Se trata de dejarle una nota a nuestro yo del futuro: “hey, esto es interesante, chécalo.”
Hay muchas formas de dejarle esa nota a nuestro yo del futuro, puede ser desde una captura de pantalla, darle Like a un tweet, guardar una publicación de Instagram o TikTok en Favoritos, o enviar un artículo a una de esas read later apps, como Pocket o Instapaper.
Ya llevamos dos pasos iniciales, pero muy importantes en el camino de la gestión del conocimiento. En el siguiente blog post te contaré qué sigue a partir de ahí, porque el propósito no es sólo ir acumulando publicaciones interesantes o entretenidas del internet en carpetas. No se trata de acumular por acumular. La idea no es armar una enciclopedia, sino más bien crear un sistema de conocimiento accesible y con un propósito. De esto reflexiono en la siguiente entrada, ahí nos vemos.