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  • Writer's pictureCarlos Arroyo

El tren no existe (casi nunca).

Hablemos un poco sobre la idea errónea pero común de que nuestro tiempo para aprender algo que nos interesaba hace muchos años (cuando aún éramos jóvenes) ya ha quedado atrás y que tal vez ya no vale la pena retomar ese interés.

Todxs practicamos - en distintas medidas - el autosabotaje, el cual se alimenta de nuestras inseguridades y de nuestros deseos de ser reconocidos, de sobresalir. Es muy fácil - pero peligroso - caer en esta trampa mental porque ignora uno de los rasgos más importantes de toda actividad que emprendemos: el disfrute propio de la actividad. Ese disfrute y goce que derivamos de siquiera tener la oportunidad de hacer algo que hemos querido hacer desde hace años es algo que dejamos de lado muy rápidamente en pos de la aprobación social y los aplausos ajenos.

De igual forma, solemos escondernos detrás del concepto de “talento”, la falta de talento para ser exactos. Sin embargo, algo muy interesante que notaremos si estudiamos a las personas que admiramos por su “talento” es que han practicado esa habilidad durante muchos años, no es algo con lo que hayan nacido expertos.

Recuerdo un texto de uno de mis autores admirados - Hernán Casciari - en el que relata una ocasión en la que conoció a su autor favorito, el cual estaba por cumplir los 100 años. Cuando Casciari le preguntó cuál era el secreto de su prolífica carrera, el centenario autor le contestó que no dejaba pasar un día sin haber escrito algo. Es decir, sus libros no eran un asunto de revelación divina o inspiración repentina. Eran producto de práctica, repetición, experimentación y más práctica. Esto sorprendió a Casciari porque en ese entonces él estaba por llegar a los 28 años y ya creía que el tren de ser alguien dentro del mundo de la literatura se le estaba pasando.

Es extraño que nuestro cerebro tienda a sabotearse. Es aún más extraño - casi ridículo - que creamos que lo que no hicimos en nuestros veintes o treintas ya no vale la pena comenzarlo. He pensado bastante en esto últimamente: en cómo la vida se trata mucho más de descubrir qué podemos aprender de lo que nos interesa para crecer y evolucionar, que de descubrir en qué somos buenos para sólo dedicarnos a eso. Estoy seguro de que hay al menos una cosa sobre la que han pensando lo siguiente:

  • Ojalá mis papás me hubieran metido a clases de _________ cuando era niño/a.

  • Hubo un momento en mi vida en el que pude haber hecho tal o cual cosa.

Salvo notables excepciones (siempre hay excepciones), muchas de esas cosas siguen en nuestro alcance, todavía las podemos hacer. Pero sobretodo, lo que sigue a nuestro alcance es el disfrute de hacerlo, la reconexión con el sentido de estar aprendiendo algo nuevo, de estar saciando nuestra curiosidad. Mi novia repite una frase en sus clases de yoga que aplica perfectamente a este asunto: "la práctica es su propia recompensa.”

Todos tenemos algo que siempre quisimos aprender a hacer, así que busquemos hoy una clase o un tutorial de eso y agendemos una hora para hacerlo esta semana. Que el disfrute de haber podido comenzar a hacerlo sea la recompensa independientemente de los resultados.

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